Skip to main content

Full text of "Circe Maia 1958 En El Tiempo"

See other formats


Circe Maia 


En el Tiempo 






Circe Maia 


En el Tiempo 




Ni mármol duro y eterno 
Ni música ni pintura 
Sino palabra en el tiempo. 


Antonio Machado, 




INDICE 


I - VER ANO 


Donde había barrancas- 7 

Mojadas uvas ... - 9 

Vámonos de nuevo-11 

Anochece en el campo-12 

Por esto-13 

Planes- 14 

Del Queguay- 15 

De noche- 16 

Firme y seguro amor- 17 

Los versos de lluvia I, II- 18 

III, IV- 19 

V -.— 20 

Interferencias-21 

Sobre el Caraguatá- 22 

Salía de la tierra ...- 23 

Una vez- -24 

Cosas que traje 1,11 - 25 

III —.- 26 

El regreso -i-- 27 





















II - MAR Y CIUDAD 


Sol en el ala- 31 

Arboles de la costa- 32 

El mido del mar- 33 

La piedra del mar- 35 

Vendrá un viento del sur- 36 

De mañana- 37 

Los álamos- 38 

Mediodía- 39 

Junto al muro-- 40 

De abril- 41 

En Tacuarembó I- 42 

II . 43 

III - 44 

Yéndose- 45 

En el tiempo I- 46 

II -47 

Domingo---48 

III -LA MUER TE 

I ..—.51 

II -.--- 52 

III - 53 

IV —.-. 54 

V ..—-- 55 

VI ..— 56 

VII . 57 

VIH---.- 58 

IX . 59 

X - 60 






























XI .-...61 

XII .—..62 

XIII .. 63 

XIV .....65 

XV ....— —-— 66 

XVI . 67 

XVII - 68 

IV - VI VIR NUESTRO 

No queríamos--—---— 71 

I (El tren nocturno)- 72 

II (Las cosas) ------—•— ---- 73 

III (Y sin embargo)--—— 74 

El golpe ------- 76 

Anochece -----—77 

La sed ---—----- 78 

Tiempo en la calle -- 79 

No hay noche -- 80 

Los que iban cantando--—— 81 

Los que duermen---82 

Ciertas canciones --------83 

Salir .. 84 

Antes de que amanezca —--— 85 

El refugio------ 86 

Pozo — ---—•— 87 

El gajo verde ----— -- 88 

Los remansos ---- 89 

El cambio-- 91 

No aquella eternidad —---92 

























Una de las veces que Antonio Machado se refiere a la poesía, 
la define como "respuesta animada al contacto del mundo". 
La relación con la realidad es, por consiguiente, estrecha, ín 
tima: se trata de un diálogo. Vemos en cambio, muy a me¬ 
nudo, que la poesía se ha vuelto monólogo, perpetuo girar 
del pensamiento sobre sí mismo, oscuridad expresiva, acu¬ 
mulación de imágenes. 

Se considera muchas veces a la belleza como una esencia 
aislada de lo real, del vivir cotidiano, -y aún en oposición 
con él-, de modo que las ocupaciones corrientes, la vida 
en compañía, serían trabas para el creador. ' Comparto, al 
contrario, la opinión que ve en la experiencia diaria, viva, 
una de las fuentes más-auténticas de poesía. Su expresión 
adecuada es un lenguaje directo, sobrio, abierto, que no re_ 
quiera cambio de tono con el de la conversación, pero que 
sea como una conversación con mayor calidez, mayor inten 
sidad. 

La misión de este lenguaje es descubrir y no cubrir; descu - 
brir los valores, los sentidos presentes en la existencia y no 
introducirnos en un mundo poético exclusivo y cerrado. 

Para cumplir su misión, el lenguaje cuenta con el auxilio 
de las cualidades formales: los valores sonoros, cierto rit¬ 
mo, cierta estructura. Ellos son función del contenido, me 
jor dicho, la única manera cómo el contenido logra su exi_s 
tencia. 

Cada poema debiera tener su forma intransferible como ca¬ 
da objeto real tiene su color y figura propia. Es por esto 
que no me parece deseable el uso casi exclusivo de formas 
tradicionales, como el soneto. (Este último es muchas ve¬ 
ces preferido porque provoca más fácilmente la ilusión de 
que la plenitud del poema se ha logrado.) 

Mucho habría que decir sobre este difícil problema de la re - 



lación de forma y contenido, pero sólo quiero agregar la con 
vicción íntima de su profunda unidad; precisamente, la in¬ 
tensa felicidad que provoca ia creación poética me parece 
que consiste en lograr, a veces espontáneamente, otras con 
dificultad, la indisoluble unión de lo expresado y su "mane¬ 
ra", cuando el sentido se hace transparente y vivo a través 
de la forma. 

Sobre el material que compone este libro, poco hay que de¬ 
cir, Los poemas más antiguos se encuentran en la seguhda 
parte, "Mar y Ciudad", 

Los del comienzo, "Verano", son un reflejo de las muy feli¬ 
ces vacaciones que he pasado en campaña, en Paysandú y Ta 
cuarembó. 

En general, los poemas, tendían a agruparse en conjuntos, en 
unidades más grandes, tal vez porque no he logrado dar en 
ninguno de ellos aisladamente, la totalidad de lo que querían 
expresar. 

Es por eso que no he seguido eliminando y seleccionando. Nin 
gimo parecía valer por sí sólo; los dejo, pues, que se apoyen 
unos en otros, que busquen crear una atmósfera común que 
los sostenga. 


C. M, 



I 


VERAN O 




DONDE HABIA BARRANCAS 


Otra vez se levanta de la memoria el golpe 

del remo contra el agua. Brilla el arroyo y tiemblan 

las hojas en la sombra. 

Miran ojos risueños, pelo mojado. Arriba 
azul y sol y azul ... Mira los troncos negros 
y rotos, oye el agua. 

Tibia madera siento todavía en la mano 
y a cada golpe sordo que da ahora mi sangre 
se vuelve a hundir el remo en verde frío y algas. 

Un tallo firme y verde venía enero alzando. 

Y venían del viento, del amor, y venían 
de la vida 

alas rojas y en vuelo, los días del verano. 

Rema, remero 
y no escuches el golpe 
negro, del remo. 

El golpe corta trozos cortos de tiempo 
trozos iguales, casi relojería 
y se piensa que adonde se van cayendo 
un golpe y otro golpe junto al vuelo del día. 

Mira que se ennegrecen las blancas horas 
y de querer pararlas ya casi duelen. 


7 



Caen al a g ua fríos y de ceniza 

los golpes que en el agua dieron los remos. 

Y atrás se ve la cara tersa del río 
el rostro del verano, azul y liso. 


8 



MOJADAS UVAS. 


Mojadas uvas, aire de vacaciones. 

Sobre la palma de la mano, como un trompo girando 
lavado, puro y negro corazón de la noche. 

Qué a compás con nosotros su latido de tiempo 
y cómo se sentía la dicha a veces, fuerte 
densa, casi tangible 
no se sabía dónde. 

Al poner el mantel sobre la mesa, estaba 
hecha de tela blanca o era de vidrio y loza 
y en la cena, volaba 
de un lado a otro, sobre 
la luz de las miradas 

de un vaso a un mueble, del pan al agua. 

Se oía su latido 

en las conversaciones 

en los acogedores silencios, en saludos 

en su : hasta mañana! 

Ahora 

se han ido a acostar todos 
y como nunca más ha vuelto a levantarse 
la mirada risueña, 

se volaron las noches de diciembre y el brillo 
de las frutas lavadas 

se volaron los rápidos pasos en la vereda 
y aquella que venía 



-no se sabe de dónde- 
dicha, ráfaga oscura 
en la piel de la cara. 


10 



VAMONOS DE NUEVO 


Tierra húmeda y negra de las barrancas 
y raíces, al lado mismo del agua, 

-Saltos sobre las piedras 
y remolinos 
hay hojas navegantes 
y brillo, y frío, - 

Una piedra lustrosa, negra y lisa 
un reflejo de troncos, de pastos altos 
de ramas finas 

y una voz rumorosa de vientos en hojas 
diciendo algo confuso, sobre nuestras cabezas, 

Flores muy chicás 

con pétalos que arrojan un rojo vivo 
y casi alumbran. 

Alas de insectos 

de un celeste que casi no es color, transparente 
tiemblan, se agitan. 

Y aquel rumor de monte, de vida múltiple 

latiendo en cada hueco, en cada grieta, 

aquel ruido de viento, de agua 

de pájaros alzando el vuelo 

con un golpe de ala y un grito áspero. 


11 



ANOCHECE EN EL CAMPO 


Si decrece la luz, se oscurecen los ruidos. 
Turbia sonoridad va apagándose, uniéndose 
a la naciente sombra. 

Por el borde del cerro 

ha empezado a subir la noche y su vestido 

no se mueve; camina 

con despacioso pie, con un roce sin ruido. 

La mano oscura apenas toca y apaga luces 
sobre pétalos lisos y amarillos. Sus dedos 
tocan el agua apenas y el resplandor sumergen. 

Sólo un sonido, un hilo de sonido va suelto 

atravesando el aire oscurecido: 

silbido de tropero por el camino, cerca. 

El sol alza su luz, la levanta del suelo 
y todavía flota, como tela liviana 
transparente 

en altas, finas ramas de virará y aruera. 


12 



POR ESTO 


Porque apegué el reseco corazón a la cierra 
junto a los viejos troncos de húmedas rafees 
y absorbí hasta las venas su vida fría y lenta 

porque sentí ascender la savia en el silencio 
y escuché en el silencio crecer los verdes gajos 
los arroyos minúsculos y el vaho de la cierra 

renegué de mi sangre cibia y desordenada 
alzándose y cayendo en mareas absurdas. 

No quise más mi cuerpo, mi mirada sedienta. 

-Ojos de un agua mansa 
piel de corteza fría 
y lisura de piedra- 

Limpia luz de rocío, que no quiero mirarte 
sino ver desde ti, el aire, el agua en sombra 
el temblor verde, arriba. 

Y no escuchar los pájaros, sino estar en el golpe 
de alas, en el vuelo 
hacia el azul sombrío. 


13 



PLANES 


Nos levantaremos de mafiana temprano 
para ir adonde están los membrillos del monte. 
Por cauces secos de arroyos 
-arena y piedra lisa- 
de mafiana temprano. 

Y no permitiremos que se nos borre nada. 

Hay que atar y pegar el pensamiento 

a cuanto ven los ojos: a una piedra 
a una rama rugosa, a un agua fría 
y a aquel puro destello del sol entre las hojas 
de los talas del monte. 

Cuando pienso en qué haremos 
por pensar en qué hacíamos 
parece que de golpe 
todo se arremolina: 

mañana con mañana que vivimos, se juntan 

todas las noches vuelan juntas, en una ancha 

noche de maravilla 

que se me acerca, a veces 

hondísima y radiante 

Y digo: 

volveremos y andaremos de nuevo 
rodeados y apoyados fuertemente 
en el brazo de día. 


14 



DEL QUEGUAY 


Resbalaba rozando piedras del borde 
rafees, troncos 

y antes de hacerse espuma y ruido 
parecía quedarse como en dos olas quietas 
de volumen pesado, parejo, lustroso. 

El sol daba un dorado fuerte a veces 
y en los pozos del fondo, color humo. 

Un raro gris de sol por sobre el agua. 

Y van corriendo rayas brillantes, veloces 
juntándose y abriéndose 

y al caer sobre piedras, rompiéndose en burbujas . 

Y allá arriba se mueven hojas y ramas 
-balancear en el viento- 

y mas arriba luz azul, tibieza, 
azul solar,bien alto. 


15 



DE NOCHE 


Quedaba el monte alrededor, oscuro 
negras las altas hojas, un árbol y otro árbol 
confundidos, en sombra, cuchicheando, . 

Y de a ratos, apenas se entreveía un trozo 
de cielo, hondo y brillante, 

resbalando, goteando resplandor en las hojas. 

Llegábamos al ríos 

de tersura y silencio el agua honda 

de húmeda luz dormida. 

Para no hablar y estarse sentados a la orilla 
para escuchar subir rumores y descender silencio 
en vastas olas 

desde ardientes y heladas estrellas, 

Y los claros del monte 

eran como lagunas de luz azul y gris, 

(Pero cómo abrumaba 
el destello del cielo). 

Sumergidos a fondo en la luz de la noche 
sintiéndola en la piel, como se siente el frío 
del agua en el arroyo 

navegamos por ella como en un agua pura 
negra, resplandeciente. 


16 



FIRME Y SEGURO AMOR 

Firme y seguro amor venía en el aire 
subía de la tierra 

se movía en el aire entre las hojas 
giraba y daba vueltas. 

Vivir aquellos días en verdad fue beberlos, 
un vino puro y fuerte, un intenso latido. 

El color y el sabor de ese enero dorado 
todavía se pegan, tercos, a los sentidos. 

Ah, verdadera dicha . 1 

Saltan de la memoria de pronto, un gusto a monte 
y un azul de alegría. 

Color de la alegría, azul alto y liviano 
el vuelo de los días. 


17 



LOS VERSOS DE LLUVIA 


I 

Con un viento de lluvia 
que vuela en rachas 
que cae sobre el río 
picando el agua 

vamos volando: 
la risa se nos moja 
la cara, el canto. 

Por las hojas brillantes 
y sacudidas 

por las ramas que quedan 
negras y frías 

voy resbalando. 

Con el ala del agua 
vamos volando. 

II 

Tiene el ruido de lluvia 
tanta alegría 
tanto blanco entusiasmo 
de risa: limpia 

que nos levanta: 
una tierra sedienta 
parece el alma 

18 



III 


Y después, queda el monte mojado. 
Gotean las hojas, 

y hay gotas colgando en el aire frío 
que muestran un mundo brillante 
diminuto y nítido: 

una ventana 

que da hacia un universo 
de luz y agua. 


IV 

De las altas capas del aire 
el granizo baja cantando. 

Canta en sílabas frías y duras 
la feroz alegría del agua 
sobre verdes sembrados. 

No te quiere el granizo, hombre dormido. 
Arroja piedras crueles 
rompe tu sueño 
alza tus párpados. 

No te quiere el granizo, vida dql suelo 
ramita niña, gajito verde 
polen liviano. 


19 



V 

Y por los troncos negros y por los gajos vámonos 
vámonos con el agua, 
y abajo, abajo, a la humedad oscura 
de rafees y piedras enterradas. 

Siente subir de abajo un ansia silenciosa : 
alma de tierra y polvo sediento se despierta 
sube al ruido del agua 
y asciende por los troncos, 
hacia arriba, las hojas 
las finas nervaduras .. 

Alma de tierra y polvo sediento sube y tiembla 
se estremece y se estira 
hacia el viento de lluvia» 



INTERFERENCIAS. 


Hay un lugar en donde caen hojas 
castaño-amarillentas; un buen color de otoño 
muy acogedor, tibio. 

Por arriba se cruzan ramas entrelazadas 
y hojas temblorosas y finas. Del sol cae 
y salpica una luz parpadeante; 
se encienden y se apagan las hojas. 

De mirar estas cosas, he vuelto a ver, de pronto 
una calle de barrio, camino del liceo. 

Arriba, casi juntas las copas amarillas 
y debajo la calle con las hojas caídas 
arrastradas, corriendo... 

Y era un techo de oro sobre un río de oro, 
en algún mes de oro, como mayo, sería. 

Vestido azul, cuadernos 

bajo el brazo, y el ruido y el tinte de las hojas. 

De qué modo confuso siento que se entreteje 
esta enmarañada madeja... 

Esta tarde se tiñe de muy viejas semanas, 
le pesan otras tardes y otros atardeceres 
y r>o suelta una luz, ni -m sabor campesino 
sin que de mi ciudad, como un humo, le llegue. 

Y no puedo mirarla sino desde vividos 
días, desde las muertas horas vividas. 

Sus vidrios transparentes empaño con mi alma 
enturbio, con un polvo que sube del recuerdo 
su cristal inocente. 


21 



SOBRE EL CARAGUATA 


Cuando desde las islas de arena y sauces 
sale un chajá volando y gritando su nombre 
porque el bote se acerca 

cuando es casi de noche 
y un resplandor rojizo navega en el arroyo 

cuando en las dos orillas' 
se ha oscurecido el monte 
y ensombrecen el agua gajos de sarandíes 

qué bueno es el quedarse callados y sintiendo 
sólo el golpe del remo 
sólo el ruido del agua 

estirarse a tocar la flor del camalote 
con su sol pequeñito en pétalos azules 
o abandonar la mano en el frío brillante. 

Los sauces de las islas 
finos y altos 
dejan que se le apagúe 
su verde claro 

Aunque estemos callados y no cantemos 
un rumor como música vuela y envuelve 
vuela y abraza. 

Y el cielo de la noche 
cae en el agua. 

22 



SALIA DE LA TIERRA... 


Salía de la tierra un verde tierno y húmedo 
un tallito y dos hojas 

desde un oscuro fondo de tierra negra y ramas 
buscando luz a tientas. 

Vivir ciego, vivir de tiempo silencioso 

levantándose; terco 

impulso, ansia secreta 

alza su verde nuevo bajo del sol, se hunde 

en el regazo tibio de la luz de febrero. 

Y cómo así, tan chico, delgado, desvalido 
está como apoyado en una oscura fuerza 

como envuelto en cuidado y en protección, ahora 
como si en una firme mano se sostuviera. 

Y se ha entregado así, ciegamente, a confusos 
rumores de verano, a una ancha luz inquieta 

a seguros peligros y a una segura sombra 
que ha de llegar, sin duda. 

Y antes de que su tierno corazón se destruya 
antes de que se ajen sus dos hojitas nuevas 

se ha volcado a la luz, se entrega al mediodía 
como si en una firme mano se sostuviera. 


2*3 



UNA VEZ 


Una vez, como era temprano, caminamos 
antes de ir a acostarnos y después de la cena 
por dentro de una noche inmensa, cielo bajo 
blanco de estrellas. 

Caminamos por dentro del resplandor cercano 
como dentro de música 
dentro de un titilante silencio transparente 
envueltos en canciones remotas y secretas. 

Y aunque nadie cantaba 

atravesando nieblas de ancha luz nocturna 
caminábamos 

sintiendo de algún modo como una voz, volando 
sobre nuestras cabezas. 

Y como no veíamos la tierra que pisábamos 
todo se volvió cielo: 

los ojos fueron cielo, 

el corazón prendía y apagaba latidos 

y así fuimos andando por adentro del cielo 

juntos y silenciosos 

envueltos en estrellas. 


24 



COSAS QUE TRAJE 


I 

Sobre el haz de la leña 

era un hilo enredado; 

envuelto y desenvuelto brazo amarillo 

de fibras crespas 

quemándose, sonando 

con ruido de apretado chisperfo 

y luz violenta. 

Del ovillo del fuego salió este hilo 
lo saqué de su hambriento comer madera. 
En la mano lo aprieto, paso en la boca 
y da un gusto a escondida, salvaje fuerza. 

II 

Y me traje también una lámpara 

de lenta luz fría 

que encontré de noche. 

La traje conmigo. 

Alumbraba despacio y parejo 
como un largo sonido remoto. 

En mitad de la noche se abría 
y soltaba destellos. 

La corté como un tallo, 
la corté, la traje, 
para hundirme en su centro 
y sentirle su helado latido. 


25 



III 


Pero hubo un día, un día 
que está todo conmigo. 

Pero no era un día, fue de mañana, sólo 
una sola mañana 

de horas húmedas, viento de la reciente lluvia 
ramas y hojas mojadas. 

Si ahora llueve, si llueve 

de aquí unos días 

o de aquí muchos años, 

se lavará dé nuevo esta mañana 

que está conmigo 

lavada luz, lavado amor del día 

chorreando gotas frías 

amor callado. 

Porque está toda entera: suena en palabras 
que dijimos, en ruido 
de hojas y de agua, 

Suena en alas y agudo grito de pájaros 
o algún largo galope. 

Quedó conmigo. 

Quedó su claro aroma, su color de neblina 
y es un vaso de fresca alegría secreta 
que me llevo a los labios. 


26 



EL REGRESO 


Regresarán follajes y entrecruzar de ramas, 
el complejo rumor de los árboles, los múltiples, 
salpicados, cambiantes colores de las hojas. 

Volverán a su única semilla 
a su primera vez, a su germen oscuro 
donde un día dormían. 

Y juntos, sin saberse ni verse, sin el ansia 
por salir a la luz desde allá abajo 
como ahora se esfuerzan en los espesos montes 
alzándose y luchando. 

Regresará aquel rojo de pétalo encendido 
aquel verdor de luz, de dorada alegría 
aquella flor veteada y de irisar rizado 

todo aquel amarillo llovido sobre el campo 
cuando abril se caía en gotas amarillas 
sobre un lado del cerro. 

Todos regresarán a su hueco de sombra 
al centro oscuro y simple donde estuvieron juntos 
donde una vez durmieron. 


27 




II 


MAR Y CIUDAD 




SOL EN EL ALA 


Sol en el ala, gaviota, cuando cruza 
tu grito áspero el aire azul, el viento 
con qué ligero paso camina el día y corre 
la luz sobre la espuma. 

Cómo es liviano el corazón 
-al vuelo, al vuelo,' - 
y qué idioma dichoso 
el ruido de las olas» 

Alegría. 


31 



ARBOLES DE LA COSTA 


Arboles de la costa junto al viento 
parados sobre dunas soleadas 
temblorosos de sol y luz marina. 

Agua sobre la arena y en la piedra 
agua de borbollón y salto 
agua de las confusas alegrías 
y burbujas saladas 
y soles diminutos... 

Se puso a trepar mis muros 
y mi sangre 

la espuma llena de astros 
titilantes. 

Cómo no estar contigo y ser de arena 
contigo 

antigua y turbia voz, amor desnudo 
desmoronado frío. 


32 



EL RUIDO DEL MAR 


Hay un tejido, una red luminosa 
que tiembla en la arena, por abajo del agua. 
Se ve a través del verde transparente 
como una temblorosa trama. 

Cuando la ola rompe su espuma 
quedan burbujas sueltas, chiquitas 
sobre la piel del agua: 
brillan intensa, nítidamente 
enseguida se apagan. 

Por la suave curva de las olas 
sobre su lento avance 
sobre su amplio movimiento seguro 
la luz resbala. 

Se deslizan los resplandores 

por los movedizos toboganes del agua. 

Ruido del mar, qué golpe derramado 
qué entreverada voz y qué sonido 
tan confuso y oscuro 
cuando todo en redor está tan claro. 

Todos los límites 

firmes y recortados 

todo con su color tan decidido 

los colores tocándose 

uno al lado del otro, sin mezclarse. 


33 



Y parece que cada uno: limpio 
y liso azul, rojo tejado 
verdor brillante 

diera un sonido puro e inaudible 
y todos un acorde fuerte y claro. 

Pero el ruido del mar no se comprende, 
se desploma continuamente, insiste 
una vez y otra vez, con un cansancio 
con una voz borrosa y desganada... 

Y no se sabe 

qué es que quiere o qué pide 

el turbio ruido oscuro 

cuando todo en redor está tan claro. 


34 



LA PIEDRA DEL MAR 


Es una piedra chica, gastada por las olas 
mojada y con arena, cuando la recogimos. 
Mojada y seca, opaca 
pero blanquísima 
sobre la palma abierta. 

Sobre todo del tacto vienen las realidades. 
De su suavidad y peso, y más aún su frío. 

No tanto su blancura, fundida ya en el resto 
de colores volantes en la playa. 

No tanto su blancura, definida a esta hora. 
Blanco sin grietas, parejo blanco limpio 
que si anochece vuela con azules y rojos 
sobre las azoteas. 

En su lago de blanco los ojos se sumergen 
pero su pura gota de color se disuelve 
se cae en las corrientes de colores llovidos 
que borra un aire negro. 

La dureza y el frío permanecen, se sienten 
sobre la mano, clara realidad de la piedra. 
Fría materia, ligero frío, frío 
sobre la palma abierta. 


35 



VENDRA UN VIENTO DEL SUR 


Vendrá un viento del sur con lluvia desatada 
a golpear en las puertas cerradas y en los vidrios 
a golpear en los rostros de agrios gestos. 

Vendrán alegres oleajes ruidosos 
subiendo las veredas y calles silenciosas 
por el barrio del puerto. 

Que se lave la cara la ciudad endurecida 
sus piedras y maderas polvorientas, raídas 
su corazón sombrío. 

Que por lo menos haya asombro en las opacas 
miradas taciturnas. 

Y que muchos se asusten y los niños se rían 
y el verdor de la luz del agua nos despierte 
nos bañe, nos persiga. 

Que nos dé por correr y abrazarnos 

que se abran las puertas de todas las casas 

y salga la gente 

por los escaleras, desde los balcones 
llamándose... 


36 



DE MAÑANA 


De luz brumosa y fuerte, de celestes clarísimos 
de luz, pero borrosos 
fue el mar esta mañana. 

Y no era aquella luz limitadora y dura 
que corta y que señala 

que aísla cada cosa 
tocándola 

sino que era una luz que envolvía y unía... 

Qué mañana, mi Dios, qué celeste de dicha 
de niñez, de alegría. 

Nunca había visto el mar tan claro y nebuloso 
a lo lejos, borrándose 
volcándose en el cielo. 

Se nos volaba el alma volando en el celeste 
luz de agua y de amor nos alzaba y volaba. 

Qué mañana, mi Dios, qué vivir tan liviano 
tan entregado. 

Y como no quedábamos mirándola de afuera 
sino que adentro entrábamos, 

pudimos conversar y reimos... Dios mío 
cómo el día abrazaba 

que hasta pudo el amor andar así, sin peso 
como juntos andábamos. 


37 



LOS ALAMOS 


A un golpe de viento 
un temblor de la luz en las altas 
hojas de los álamos. 

Hacia arriba, hacia arriba 
un vertical impulso recorre las ramas 
derechas y altas 
desde el tronco agrietado. 

Desde las hundidas raíces a las últimas hojas 
arriba, hacia arriba 
se estiran los álamos. 

De noche, sus sombras cruzan la calle: 

negros caminos 

sobre las piedras de la calle 

puentes oscuros 

entre las angostas veredas. 

Cuando hay viento, viene de su altura un ruido 
balanceo de hojas y ramas. 

Y otras veces, quietos 
sus altísimas hojas 

penetran en la noche, en su sombrío cielo. 

Altos, inmóviles 
doble hilera de álamos. 

Altos álamos negros. 


38 



MEDIODIA 


Se mueven las manchas de sol en el suelo 
sobre el empedrado de la calle. Se oye 
gritar vendedores y hay ruido de carros. 

De conversaciones de vecinos, llega 
un fragmento suelto... Mira arriba, siente 
cómo el mediodía se apoya en los techos 
y detiene el lento moverse de hojas. 

Ahora están inmóviles 
los trozos de sol en el suelo. 

Las madres llamaron sus hijos y almuerzan. 
No hay nadie en la calle. 

Verde en sombra y verde transparente, arriba 
luz tibia de enero 

persiana entreabierta, un húmedo y fresco 
aire en los zaguanes. 

En los escalones 

hay niñas que juegan con piedras, las alzan 
recogen y sueltan. 

Payana de infancia, claro mediodía 
viene un sabor de la niñez, un soplo 
una salpicadura de aquel río de dicha. 


39 



JUNTO AL MURO 


Junto al muro crecen plantas de hojas grandes 
verde muy oscuro. 

Tienen pintas blancas, como huellas dejadas 
por un llover de leche. 

No sé su nombre. Miro sus flores blancas, chicas 
juntas como en racimos. 

Se inclinan a la tierra, no se ven casi, ocultas 
entre las grandes hojas. 

Hay plantas muy solares, con flores estiradas 
hacia los amarillos resplandores del cielo. 

Pero esta planta dobla sus hojas a la tierra, 
gusta de la humedad, y de la fría sombra 
del aire del invierno. 

No sé cómo se llama, pero se que es la misma 
que cuidan en los patios de sus casas, las manos 
arrugadas y viejas. 

En macetas antiguas, en patios con baldosas 
gastadas, o en los fondos con parrales, las riegan 
las miran con dulzura. 

Ahora miro las flores a la luz; están húmedas 
son dos pétalos juntos y una luz irisada 
recorre su blancura. 

Flor cerrada y oculta, junto a una hoja gruesa 
irregular, manchada. 

Racimo en sombra y frío, inclinado hacia el suelo 
sus cabecitas puras. 


40 



DE ABRIL 


Para María Teresa 


Este día tan lleno de niñez: 

las cápsulas verdes de los eucaliptus 

en el suelo, entre hojas,, 

El buen aroma frío y viejo, trae 
de la mano, consigo, 
los paseos al sol y por un parque 
en un abril de viento. 

Por mirar la vereda así y oir el ruido 
de las hojas, arriba; 

por recoger las cápsulas y aspirar hasta el alma 

su antiguo olor, se puede 

-a veces sí, se puede- 

abrir puertas cerrados hacia días remotos: 

las mañanas de sol y un aire limpio, fino 
los bancos de madera por el borde del parque 
las veredas desiertas 
un viento decidido contra la cara, frío 
y en la mano, tibieza de la mano materna. 


41 



EN TACUAREMBO 


I 


En el Tacuarembó borroso y simple 
de mi niñez, jugué en calles de tierra; 
en los días del agua y la alegría 
hice vasos con greda. 

Por mis sueños dichosos 

hay caminos desiertos 

de la greda mojada que veía 

al acabar las calles y al empezar el cielo. 

Al acabar las calles y empezar los caminos 
veía tierra ocre y unos árboles viejos. 

Y no recuerdo más. 

Agua de la memoria en que todo naufraga 
eielo barrido siempre por el viento. 


42 



II 


La calle de mi casa era de sombra quieta. 
Asomaba a los muros un ramaje sin flores 
pero había en el aire como olor a glicinas. 

Aroma viejo y niño a la vez. Con la lluvia 
era un contento andar las baldosas mojadas 
y tocar con la mano el muro de cal fría. 

En verano, la sombra era fresca y callada. 
Un aire azul y tibio quitaba el pensamiento 
y deslizaba imágenes de sol y escarabajos, 

Y la tela liviana de la falda de lino 
se arrugaba al subir por el árbol del fondo 
hasta el muro soleado. 


43 



I I I 


Vamos por calles anchas 
calles del viento 
hojas, flores azules 
calle del cielo 
corazón, mano, pájaro 
alzan el vuelo. 

A la hora del agua dorada 
cuando el sol se ha parado en el río 
vamos cantando. 

Vamos por calles anchas 
a los caminos 
y del camino al puente 
del puente al río. 

Vámonos. 

Antes que la mirada 
del azul se nos cierre 
dulce pupila. 

Antes que el viento 
se nos lleve de pronto 
el día. 


44 



YENDOSE 


No eran para guardar los días, las semanas 
aquellas horas blancas de deslizar y vuelo 
no eran para guardarlas; 

olas nocturnas, noches de oscuro movimiento 
olas de azul y sol, como eran las mañanas. 

Al hacerse oleaje se volvían espuma. 

No se pudo guardarlas. 

¿ Cómo guardar el ruido-resplandor, que se quede 
que no se deshaga? 

Así venía el tiempo como hecho de su fuga 
y de su mismo irse nos venían las horas. 

Como venían yéndose eran la sed y el agua 
una instantánea luz que se hacía de sombra. 

¿ Cómo guardarla? 

Sólo en choque en la roca, la espuma 
sólo en vuelo, las alas. 


45 



EN EL TIEMPO 


I 

Hay eso que se acaba y sin terminarse 
que se queda así, como capullo roto 
gajo recién nacido, quebrado, una verde 
planta pisada. 

Pero hay cosas maltrechas, resistiendo 
gastadas, sin fuerzas 

y sin embargo están, ya ni se sabe cómo 
y sin embargo quedan. 

Cuando se cortan hilos extendidos 
a tiempos no llegados 
se ve desmoronarse 

azul y resplandor de luz de agua, nuevo 

verde que llegaría 

voz que se escucharía 

que se hubiera escuchado 

y color de mañana silenciosa 

desprendiéndose, lenta 

de noches que vendrían. 

Se acaba y borra 
hora naciente 
de golpe hundida. 

En cambio nos quedan, no se van nunca 
viejos restos, como hoja arrugada 
amarilla de vieja 
esqueleto de resto de vida 
y se queda. 


46 



Los veranos de años futuros: 
niebla, humo dorado de mañanas 
atardeceres nebulosos, noches 
como frutas oscuras 

pero de oscuras frutas no nacidas 
como cuando están en flor los ciruelos 
todavía en flor y el verano lejos. 

Tiempo que no ha venido y que quizá ya empieza 
a dibujar sus formas, despacio, a delinearse 
así, como perfiles en las nubes 
como formas de espuma o arena movediza. 

Se adivina un silencio latente de rumores 
una sombra madre de un chispear de luces 
como un agua negra, río subterráneo 
subiendo, acercándose a la luz de afuera. 

Desde el presente, alzando los ojos a lo lejos 
es posible pensar que han levantado el vuelo 
y vienen por un aire silencioso, los días 
con aletear sin ruido. 

Y están después atrás, terriblemente fijos 

-palabra dicha, hora vivida, noche muerta- 

fijos de una fijeza feroz, y no se puede 

no hay nada, no se puede 

ni los ángeles pueden 

tocar un solo punto del tiempo sumergido. 



DOMINGO 


Respuesta en las miradas, pasos y voces. 
Liviano día domingo, cómo llegas 
cómo llegas lavando con sol las calles 
lavando con sol las puertas 
con sol los ojos. 

Cómo llega tu luz en compañía 
de tanto movimiento y de sonido. 

Suena con confuso ruido de ola 
de vuelo en bandada 
de canto mezclado 
de viento en ramas. 

Y como en la arena se dobla la ola 
cayendo en espuma 

-un blanco de espuma con puntos brillantes - 

así vuelca el domingo su cielo en la calle 

su ola de azul se desploma 

como espuma blanquea azoteas 

fachadas, veredas 

y en ventana y vidriera se clavan 

resplandores de rápidas flechas. 

Alrededor nuestro late el domingo 
disperso entre todo: 

trozos de domingo, tiempo, luz de domingo 
ancha flor con los pétalos sueltos. 


48 





I 


A las tres de la tarde le anocheció de golpe. 
Se le voló la luz, el piso, las agujas 
del tejido, la lana verde, el cielo. 

Ves qué fácil, qué fácil: 
un golpecito, un hilo 
que se parte en silencio 
a las tres de la tarde. 

Y después ya no hay más. De nada vale 
ahogarse en llanto, no entender, tratar 
de despertarse. 

Muerte, de pié, la muerte 
altísima, de pie, sola, parada 
sobre mayo deshecho. 


51 



I I 


Recordarte es borrar, empecinadamente 
una vez y otra vez, esta sustancia oscura 
que de tí me separa. 

Cadáveres de días que no viste, te cubren. 
Llueven sobre tu rostro gotas lentas, espesas 
y de beber, amargas. 

Y bebo a grandes sorbos, y dolorosamente 
este tiempo que crece entre tú y yo, borrándote. 
Una vez y otra vez, contra olas de plomo 
contra de la corriente, partiendo el oleaje 

-olas sombrías, noches que no viste, te cubren- 
Como un nadar terrible, ahogándose 
y ver tu rostro lejos, en usa playa ajena 
que no puede tocarse. 


52 



I I I 


Pronto se irá el invierno. Como un mar retirándose 
al bajar la marea, 

deja esas suaves islas, finas, lisas, lavadas 
estos días livitanos, fríos, como de arena. 

Y me acuerdo de ti. Así, de arena húmeda 

que el agua ha de golpear y ha de aventar el aire 

así, de arena fría, volandera, liviana 

nuestros días, cristales 

quebradizos, piedritas 

costaneras 

arena, arena, arena 

horas de arena suelta 

días barridos, frágiles. 

Y me acuerdo de ti. Pronto se irá el invierno. 
Vendrán, derrochadores de luz, días azules, 
blanqueará nuestro almendro. 

(Ya tiene la retama 
dos flores amarillas) 

Qué injusto, qué vergüenza 

de estos ojos bebiendo los colores, los días 

que tus ojos no vieron.' 


53 



Vino diciembre, alegre, 
mordiendo fruta, riéndose... 
Arbol de los limones 
¿no te acuerdas entonces? 
Mes de diciembre ¿ dónde 
perdiste tus hermanos? 

¿ no te acuerdas entonces? 

Por la abierta ventana 
entró una voz de viento 
la voz de la mañana: 

-Que el cielo del verano 
no tiene historia 
que es sólo azul presencia 
luz sin memoria. 

Vuélvete adonde eras 
vacío y sombra 
día aún no llegado 
reloj sin horas. 

Oías nuevos, ligeros 
qud fácil el volar 
así, sin llevar peso.' 

Minutos y minutos 
vuelan las horas 
cómo vuela la muerte 
tan alta y sola.' 



V 


Hoy me puse a cantar canciones tuyas 
cuando no había nadie. 

Y venía tu voz, alzándose, venía 
borrándome la ajena luz, volando 
tu voz hacia la mía 
como por otro aire. 

Venía como niebla de cariño 
-y como tan de lejos- 
un ansia doloroso 
de querer acercarse 
y aunque casi llegaba 
-ya más cerca, más cerca¬ 
no podía alcanzarme. 

Porque tu voz volaba 
ay, querida, querida 
por otro aire. 


55 



Me dicen: siempre sigue con nosotros. 

Y yo pienso, de pronto, oscuramente 
que este papel escrito por su mano 
tiene ya al gunas letras muy borraos. 

La palabra ••domingo" está muy tenue, 
es posible que pronto no se lea. 

. „» Domingo, era verano, el reloj mostraba 
alguna hora, mientras tú escribías. 

Haría sol, quizá viento, pasaría 
por la calle la gente, conversando, 
la cabeza, inclinada, la mirada 
sobre el papel, el corazón tranquilo 
y la querida mano describiendo 
lentamente, los trazos: de, o, eme, 
Domingo.., 

Ah, cómo siento así crecer la muerte. 

Qué ganas de llorar, decir llorando: 

-Todo se ha muerto, sí, todo se ha muerto 
y nada se ha salvado, todo muerto, 
las letras, el papel, la luz que daba 
sobre el papel, el lápiz que corría 
la hora aquella, sí, la hora, el aire 
muertos como la mano que escribía. 



Para buscarte hay que cerrar los ojos 
porque ya es demasiado azul, ya es demasiado 
azul frío e intenso 
y abrir los ojos es como embarcarse 
y echarse a navegar por un azul violento. 

Y yo no quiero, , 

Vuelvan días contigo 

y azules viejos, 

Y cómo duele ahora la danza de colores 
y me duele la blanca luz, y el amarillo 
de la flor de retama. 

Hay un ahogo, un grito 
detrás de estas doradas 
semanas reideras. 

Que de días como éstos se disfrazó la muerte 
sobre días como éstos pisó su enorme peso 
quebrándolos, rompiéndolos. 



VIII 


De blandos materiales, como cortezas húmedas 

como una suave harina que se alisa y deshace 

como miel, como el musgo 

como hojas de plantas que crecen en la arena 

cubiertas de pelusa gris, ■ como el aire 

de abril o marzo... 

Y nada igual, tan suave 

como aquella presencia alrededor, aquella 

compañía silenciosa, el ligero 

ruido de las agujas de tejer, la mirada 

que ahora en sueños, llega. 

A tu lado, contigo 
tu voz todo alisaba 
tus ojos protegían 

el tacto de la piel de tu mano, aliviaba 
el peso de los días. 


58 



I X 


Hoy estamos rodeados de ceniza. 

Vuela de altas hogueras, adonde no se sabe 
qué días nuestros nos están quemando. 

(Se quema el tiempo muerto, y la ceniza 
vuela, y ahoga y vuela). 

Ahora cae, despacio, con la lluvia 
y cae fría luz nacida muerta 
ceniza de algún gran temblor dorado: 
un viejo mediodía, un fuego antiguo 
que recién se ha apagado. 

Vuela y ahoga y cae 
despacio, con la lluvia. 

Si se cierran los ojos 

se empieza a descender grado por grado 

una honda escalera 

un laberinto circular, bajar, hundirse siempre 
y dar vueltas y vueltas. 

Es entonces que viene 

en una tibia ráfaga 

un trozo de canción que ella cantaba 

y llueven como nunca y más que nunca 
harapos de este día ceniciento. 


59 



X 


En una hora así, un día así, con viento 

blanco de agua, con campanas, cuando han salido todos 

que no se puede imaginar que andas 

por otros cuartos 

que no hay nadie y nadie conversa 
y nadie canta, 

cómo duele el silencio cuando es hecho de voces 

ausentes, de palabras 

que nadie dices 

risas de sombra, voces 

conversaciones muertas. 

Cuando duele el vacío y es un filo de hierro 
y pesa al corazón como un pájaro muerto. 

Cuando la ausencia es dura presencia de la muerte, 
dura presencia, muro para golpear llorando 
y ensangrentar el puño y golpear todavía. 

No abren, no se abre, no van a abrir más nunca. 


60 



Como tú te quedaste parada en aquel día 
y no quedé contigo, 

y seguí atravesando umbrales que no viste 
auroras que no viste y que me amanecieron, 

no es posible ahora decir: tú nos dejaste 
sino que te dejamos 

Y haberte abandonado, y no quedar contigo 
y oir como entre sueños la voz que dice: Vuélvete. 

Vuélveme hasta mi tierra 
mi antigua tierra 
volvió.mi pensamiento 
y yo no he vuelto 
y volvieron los pájaros 
hasta su cielo 
volvieron a mi tierra 
y yo no he vuelto. 



x i r 


No se podía decir dónde se hallaba 
ni hacia dónde corría esa limpia corriente 
-callada, callada- 

Estaba alrededor por todo, como el aire 
abrazo permanente 

río de amor, hondura de amor, oscuro y puro 
siempre. 

Para pisar seguro sobre la tierra, estaba 
y para regresar de cosas muy amargas 
abrazo de regreso 

beso de la mañana, vida en una liviana 
hora sin peso. 

Para volver del frío de la calle, del viento 
del invierno 

para volver de las duras miradas 
de los ruidos chirriantes, humo, hierro 
para curar heridas silenciosas sólo con la mirada 
sólo con la sonriente mirada del regreso. 

Ahora no se apuran los pasos en la calle 
para volver. Despacio 
se vacila en la puerta 

se escucha con terror los pasos que se arercan 
(quizas podrían, fueran... ) 
golpea el corazón, se enturbia la memoria 
y sólo su presencia, sonrisa, ojos queridos 
me vive alrededor, vive y sonríe y abre 
los brazos... 


62 



XIII 


Soñé que eras joven 
y que te reías 
bajo un árbol alto 
que el viento movía. 

Tu risa era tuya 
y mi edad tendrías 
y era tu mirada 
pero el pelo suelto 
alta y delgada. 

Casi al despertarme 
el viento crecía 
volaba el vestido 
tu rostro cubría 

y el árbol giraba: 
te desdibujabas 
te desvanecías, 

0 

En los sueños de dicha 
hay algo amargo 
una vago conciencia 
que algo ha pasado. 

No recuerdo tu muerte 
te estoy mirando 
pero el recuerdo quiere 
abrirse paso. 


63 



Viene con una espada 
corta los lazos 
entre el rostro querido 
y entre mis trazos 
y como un agrio viento 
borra tus rasgos. 

0 

Casi siempre, en los sueños 
estas sonriéndote 
y viene de ti un blanco 
cariño alegre 

En tu sillón, o bajo 
del limonero 
con amor la mirada 
y siempre riendo. 

Otras veces cenamos 
y estás callada 
y se mn abre una herida 
por tu mirada 

Se me va yendo 
el dulzor de tus ojos 
y me despierto. 


64 



X I V 


Hundiendo la cara en sus sacos de lana 
en la ropa doblada que envejece en cajones 
pasando la mano por una tela suave 
sus vestidos caseros. 

Ropa que usó, botones que abrochaba 
bolsillos en que queda el roce de sus manos 
tintineo de llaves, ruido de la pulsera 
pasos muy conocidos. 

Sobre estas realidades tan ciertas, tan reales 
se desplomó la muerte y fué cayendo: 

Cayó sobre sus ojos y sopló en su mirada 
cayó sobre sus manos y resbaló al tejido 
cayó sobre su voz, pisó su voz, cayendo 
en la piel de su cuello. 

Se pegó a la gamuza 
de sus zapatos (muerto 
muerto ruido de pasos) 

Y en todos los rincones de la casa, caía 
como lluvia, la muerte: en cosas que arreglaba 
en carteras, en hojas... Pesadas, silenciosas 
gruesas gotas de muerte. 

Y aún a todas las cosas que miraron sus ojos 
y tocaron sus manos 

les creció alrededor como un aire de frío 
que era tibieza ausente. 

Allí cayó la muerte, y allí esta ahora, quieta 
como un agua de pozo. 


65 



X V 


Pesada está la tierra de muertos 
y llenas de retazos de sus vidas, las cosas. 

Atravesamos entre la maraña 
de viejas horas deshilachadas 
y muertas, no. Se niegan y no quieren 
se pegan a las cosas sobre las que cayeron. 
Horas que habían llovido blandamente 
o habían caído como puñetazos 
sobre cuartos con luz y ahora oscuros 
o en una tibia sombra y ahora iluminados. 

La dura luz quiere desalojar los restos 
de tiempo herido, que no quiere irse. 

Y allí está, quieta sobre el sillón, la hora 
de aquel tejer del día aquel de mayo. 

Quieta sobre el sillón, no quiere irse 
y desde aquel lejano ruido de las agujas 
no se ha levantado. 


66 



X V I 


Un perfume pesado 

un hondo aroma oscuro como de rosas viejas 
grandes y fatigadas rosas rojo sombrío 
doblándose hacia el suelo desde un tallo inclinado, 

O como de vestidos de grueso terciopelo 
polleras de profundos pliegues ahora inmóviles, 
(Seguramente guardan roces, movimiento de bailes,) 

Aroma como a cosas no totalmente muertas 
a medio destruir, grises sobrevivientes 
yéndose, oscureciéndose cada vez más, cayendo. 

Yéndose de veranos radiantes y violentos 
se rodean, se envuelven en su oscuro perfume 
como quien en un manto gastado se protege. 


67 



XVII 


Hecha de resplandores violentos 
y hondísimos vacíos 
la memoria. 

Cuando, por Dios, se pide saber adonde fuimos 
cuando salimos riéndonos, una vez, conversando 
piso vacío, pozos 
pierdo pie en agua negra 
y me caigo y me hundo 
en sus huecos de sombra. 

Como gritar en grutas muy profundas 
en solitarias cámaras 
como vagar en opresivas piezas hundidas 
en asfixiantes sótanos. 

Con este amor a tientas, entre niebla 
busco palabras que se me perdieron 
una pregunta, un gesto... 

Otras veces, de golpe, una enceguecedora 

imagen se desploma: 

brevísima y aguda 

como una punta de metal al rojo 

se levanta del turbio polvo de la memoria. 

Mirada aquella, risa aquella que ha vuelto 
en un abrirse súbito, un rasgarse, un relámpago 
palabra aquella oída 
terrible cercanía de infinita distancia 
terrible cercanía. 


68 



IV 


VIVIR NUESTRO 




NO QUERI AMOS 


No queríamos ángeles ni rosas 
-claro que no queríamos - 
aquella flor sin peso, sin su tierra 
la rosa pura en soledad y frío. 

No queríamos cielos de refugio 
ni menos esa lluvia de palabras 
como una niebla fina 

sino ver y vivir, estar y ver 
junto con otros, descender los días 
atravesar el tiempo de la mano 
de mañanas veloces 

por mediodías anchos de luz, junto con otros 
caernos hacia el mismo corazón de la noche. 


71 



I 


(EL TREN NOCTURNO) 


Haz como si viajáramos 
en los trenes nocturnos. 

Enfrente nuestro, algunas 
caras ajenas, serias. 

Detrás del vidrio un viento 
frío, oscuro, jadeante. 

En los trenes nocturnos a menudo se cierran 
los ojos. Es muy fácil 

que el monótono ruido cierre los ojos. Alguien 

apoya, a veces 

su frente contra el vidrio. 

Con una mano tapa la luz del vagón, suelta 
sus ojos a la noche. 

Y ve pasar los árboles 
derechos, juntos, negros. 

En una estación trata de leer un letrero „ 

Quedan detrás las letras, la estación, la mirada 
de un empleado, solo 
en el andén vacío. 

El pasajero vuelve sus ojos a los rostros 
de los que con él marchan. 

Sí, mejor olvidarse del mundo fugitivo 
detrás de los cristales. 


72 



II 


(LAS COSAS) 


¿ Para quién son entonces 
tranquilas, quietas, siempre 
quedándose 

mientras tú y yo nos vamos? 

Como si atravesáramos una plaza, de noche 

nosotros, con la noche 

de la mano del viento 

y atrás vamos dejando 

bancos desiertos, piedras 

faroles apagados 

árboles entrevistos 

vistos de paso, apenas. 

¿ Y para quién se quedan 
-ya casi ni las vemos- 
tranquilas, apoyadas 
en su aire sin tiempo? 


73 



III 


(Y SIN EMBARGO...) 

Y sin embargo he visto maderas esmaltadas 
con dibujos ya un tanto confusos 
y he mirado sus vetas ya rayadas y opacas 
con los bordes gastados. 

En la calle envejecen los lastimados troncos 
-plátanos en hilera- 

aire de gas y humo empaña el verde puro. 
Agrietados, se arrugan de vejez casi humana. 
Cicatrices y nombres. Se apoyan tantas manos.' 

He visto piedras lisas y escalones cavados 
de un triste mármol sucio. 

Escaleras ya a veces peligrosas, crujientes 
y baldosas con colores borrosos. 

Cuántos zapatos, cuántas 
pisadas 

cuántas manos recorriendo y usando vasos, ropas, 
apoyándose en largas barandas... 

Nos vamos, y en la rápida corriente 
que nos arrastra, caen 
las cosas que tocamos. 


74 



Alejadas y puras, se estaban, en silencio. 

La húmeda madera viva y fría, la piedra 
feliz de sí y limpia de miradas. 

Los metales mezclados entre sí y con la tierra 
todavía' no eran razón de sufrimiento. 

Pobres manos oscuras no los tocaban y eran 
en tiempo de inocencia. 

Ahora las ciudades alzan sus altas casas, 
crean un movimiento que vuela como el aire 
y como el viento arrastra. 

Corren por largas calles hojas junto a papeles 
Son diarios rotos, o deberes de escuela 
o boletos, o apuntes.., Papel humano, vuela 
se arruga y amarilla como los hombres, muere 
como los hombres. 

Y sólo el mar, que moja la frente fatigada 
de la ciudad, descansa. 

Con su igual movimiento que a nada se dirige 
que de nada comienza, un ruido inagotable 
una ola, otra ola... Parecen no tocarlo 
las sedientas miradas. 


75 



EL GOLPE 


A veces casi puedo, como antes 
aliarme con las horas mañaneras. 

Hay días de gran viento, de aire fuerte 
abiertas calles, anchas de sol, y hay pétalos 
suaves al tacto y a los ojos... Hay seguiros colores 
y perfumes livianos de alrededor, a veces 
como del mismo cielo. 

Hay días como abrirse de ventanas 
hacia vientos del sur, hacia gaviotas. 

Se podría, quizás, el sumergirse a fondo 
penetrar y volar sobre minutos 
alegres, levantados... 

Pero entonces, de pronto 
-sucede velozmente- 
como caída brusca 
como gota pesada 

viene una imagen turbia, un recuerdo de sombra 

que de súbito, cae 

endureciendo, helando 

como un golpe de frío y agua oscura. 


76 



ANOCHECE 


Es como un movimiento de humo, un levantarse de niebla 
un continuo ascender que no se oye. 

Siento subir la noche desde donde se hunden las rafees 
un apenas visible 
vapor oscuro. 

Veo un tiznado aire ennegrecer zaguanes 
apagar las sonrisas, desteñir los vestidos. 

Y vacía el color de los árboles, va subiendo 
balcones de blancos edificios. 

Anochece en los cuartos con ventanas abiertas 
donde alguien cosía. Y se cierran los libros. 

Como no se ha sentido subir la noche, todo 
parece detenido. 

Y tampoco se sabe si es el aire de sombra 

el que lima los bordes de las cosas, las junta. 

Anhelo de la noche: reunir aislados hijos 
borrar todos los rasgos que distinguen las caras 
confundir y mezclar los ruidos, las bocinas 
silbidos de muchachos, risas, gritos de niños. 

Una unidad oscura nos envuelve y estamos 
silenciosos, mirando sobre la calle en sombra 
volar restos del día. 

Algunas azoteas tienen sol y en las altas barandas 
se apoya la gente. 

Conversan, envueltos en la luz rojiza. 


77 



LA SED 


El agua que toca los labios 
y en la mano está quieta 
agua sólo de agua 
sin azul y sin ruido 
y hasta adentro se llega 
¿ por qué camino? 

La simple 
la silenciosa 
solo agua quieta 
sobre mi mano abierta. 

Es sed de realidad que me calma esta agua 
sin prestados vestidos de azular y murmullo. 

Sed de un agua desnuda 
sin cielos que se tiendan 
sin aquel su escaparse 
sed de existencia cierta. 

Sobre mi mano 
apenas tiembla 
callada y simple 
callada y quieta. 


78 



TIEMPO EN LA CALLE 


Caminando entre ángulos, chocando picos, puntas 
envueltos como en densa polvareda de ruidos 
y resplandores súbitos 
a duras penas se anda con un paso parejo 
con un ritmo de acuerdo, con un seguro aire. 

Se atraviesan los días ciudadanos, cortándose 
con un caer filoso de tiempo apre surado: 
minutos como llover de agujas, gotas 
de algún líquido acre. 

Y hay humo, y hay un polvo, y hay rostros fatigados 
detrás de ventanillas... y qué pozo vacío 
qué doloroso fondo de agua opaca e inerte 
en las miradas. 

De silencios metálicos, irrompibles, se hacen 
paredes y paredes por todos lados, anchos 
paredones fortísimos. 

Chocándose con ellos, andrajos y jirones 
herido amor, callado 
va rozando los muros, pisando las balsos as 
con los pies lastimados. 


79 



NO HAY NOCHE 


Quebrada en resplandores de vidrieras 
herida por aguda lüz de anuncios 
alza la noche un vuelo lastimado 
hacia el cielo borroso. 

Se retira de plazas y de tiendas y cines 
de una luz que no es suya y que sus ojos ciega. 
Se retira ascendiendo 
y allá arriba le tiembla el ala oscura. 

Lámina desteñida, y de a pedazos, viéndose 
desde calles estrechas, desde pequeños patios, 
pide piedad por apagados verdes 
por cortezas hendidas. 

Hay como un espejismo de día, un dfa falso 
con su sobresaltado rumor y luces múltiples 
sin su tibieza azul, endurecido. 

Como si hubiera muerto el día verdadero 
pero no lo dejaran, le ahuyentaran la sombra 
no dejaran 

lo obligaran a estar de pie, y despierto. 

Por este • falso día caminamos 
con ur. ruido r’e ruedas y motores 
y con un aire humoso 

pidiendo por aquella, por una ausente noche 
para caer, tenderse. 


80 



LOS QUE IBAN CANTANDO 


Los que iban cantando 
tan de mañana 
¿ iban al río? 

Rato se oyó su canto 
por el camino. 

Los que dormían 

no lo sintieron 

pero el canto abrió puertas 

ventanas, cielos 

del corazón, cerrados. 

Por entre el sueño 
sólo era alegre y sola 
voz en el viento. 

De aquel confuso canto 
-voces mezcladas- 
no se pensó en las bocas 
que lo cantaban: 

Sólo era un canto 
por el camino 
de madrugada. 


81 



LOS QUE DUERMEN 


La cabeza apoyada en el brazo 
desprendidos del suelo, de la vida, caen 
más abaje, hacia un fondo pesado de sueSo. 

Más lejos todavía unos de otros 
y sin embargo juntos 
juntos sobre una tierra en vuelo 
con los ojos cerrados. 

No se ve un cielo húmedo y húmeda tierra 
y el ligero temblor y el lento movimiento 
de estrellas o de nubes. 

Y no se siente el viento sobre techos 
como telas mojadas 
cayendo en azoteas oscuras. 

Sobre algo peligroso y suelto e inseguro 
navega el sueSc, 

Pefo si alguien despierta, 

si alguien prende su lámpara 

siente ilusoriamente todo firme y aliados 

lo rodean sus muebles y su piso y su techo 
como escudos de luz, metal, madera. 


82 



CIERTAS CANCIONES 


Casi no se las oye, es apenas 
un ruido remoto y el canto 
ahora no se entiende. 

Dios, qué abandonada 
la canción bajo el cielo 
qué desamparada 
la voz subiendo. 

Alegres, alegres, de un baile, una fiesta 
cantan, alegres. 

Las gargantas libres, los cuerpos girando 

las voces mezclándose 

alegres. 

Y sin embargo, cómo 
ahora, desde lejos 
da pena 
da lástima 

da un amor doloroso por ellos. 


83 



SALIR. 


En la cocina, un desayuno alegre 
con una mesa junto a la ventana. 

Si no fuera tan tarde enseguida 
si anduviera la mañana despacio 
si se le entretuviera el paso, afuera. 

Si se pudiera estar, un rato más, ahora 
con el brazo apoyado en dibujos del hule 
mirando por los vidrios hacia el'fondo. 

(Algún verdor de sol 

en las hojas largas de los durazneros...) 

Y cómo se hace siempre tarde y cómo 
se apresura la luz, se apura el viento. 

Es tarde por las calles y en los ómnibus 
es tarde por el cielo 

en la ciudad despierta el ruido de la prisa 
y es como un levantado polvo de pies ligeros . 


84 



ANTES DE QUE AMANEZCA 


Si hay que madrugar y está oscuro 
y en casa todos duermen 

cuando en la calle hay luces todavía prendidas 
salir, con pasos rápidos por veredas sin nadie, 

como hay que atravesar, velozmente, una plaza 
no se miran sus húmedos árboles soñolientos 
un verde oscurecido, que recién se despierta 
y un aire blanquecino que empieza a levantarse. 

No hay tiempo para ver, antes de que amanezca 
volverse pobre, ausente, descolorido, el cielo. 
Antes de que una luz azul se balancee 
alta, alta y ajena 

sin bajar a tocar las baldosas gastadas. 

Todavía se siente la noche en los rincones. 

Se despega sin ganas de los bancos, se muere 
sobre el asfalto, junto con hojas y papeles. 

En la parada hay grises rostros de frío, serios. 
Antes de que amanezca ya está el día cortado 
repartidas sus horas no nacidas. 

Un esquema del día hay en cada mirada. 

Sobre grises esquemas repetidos, sabidos 
la luz desciende, pura 
alumbra, nueva y fría. 


85 



EL REFUGIO 


Hacia la noche bajan el desamor y el frío 
hacia su tibio pecho de hondura en sombra. 

Cuánto vértice hiriente se lima y desvanace 
descendiendo al oscuro regazo de la noche. 

Cuánto estallar de luz despiadada, se hunde. 

-Tajo curado, rostro cubierto 

Había un párpado abierto que no quería, abierto 

costándole, doliéndole 

y que por fin se cierra. 

Hay una mano pura de silenciO'allá abajo 
y una venda de sombra. 

Hay un dejar caerse sobre una tierra amada 

hacia donde alguien cuida, alguien calla y no duerme. 

Soltándose, confiados, bajan hacia la noche 
uniéndose, apretándose 

como antes nos hundíamos en el pecho materno 
cubriéndose de amor, tapándose, envolviéndose. 


86 



POZO 


Gota de hora negra 
sabor amargo: 

todo converge aquí, se junta y pesa 
acumulado. 

Depósito, pozo de horas 
fondo inerte, montón apretado 
suma y suma, gotera de plomo 
quemando. 

Desciende de una vez, espesa luz húmeda 
húndete en lo hundido, apágate, súmate 
a fuego apagado 
a ceniza caliente y ahogada. 

De una vez, bajando 

cae de una vez, apura tu lento 

paso. 


87 



EL GAJO VERDE 


En el vaso con agua el gajo verde 
las flores blancas. 

Entre amarillo y blanco el aire vibra 
en verde y amarillo descansa el agua. 

Tibio silencio, vida secreta 
pétalo vivo, húmeda rama 
se ve nacer la sombra verde del vidrio 
desde las frías chispas del atf ua. 

El gajo verde. 

Las flores blancas. 

Envolvente tibieza vive y reposa 
en el vaso con agua. 


88 



LOS REMANSOS 


Sobre el mantel, después de haber comido 
-nos hablamos ido ya todos de la mesa- 
íqué presencia tan fuerte de realidad y reposo: 
los vasos en su vidrio, la jarra con su leche 
tranquila luz cayendo sobre el frío de loza. 

Y es como una alegría de miradas y tactos: 

Color del pan, sabor del agua, blanco 

blanco de arroz, de azúcar, de silenciosa harina . 

Pero además, qué quietos 

qué quietud de seguro contento, qué apoyados 

qué reales, qué fuertes. 

Conozco estos remansos que forma la corriente; 
una vez los mirábamos en algún viejo cuadro 
que un pincel cuidadoso recorría hace siglos. 

Un ala de retablo: se ve el fuego prendido 
-nítidas llamas rojas-, las maderas pulidas 
y trabajadas, firmes. 

Una jarra con agua transparente y brillante. 

Y de espaldas al fuego, abrigada en un manto 
Santa Bárbara lee. 

Con qué avidez entonces y con qué sed ahora 
vuelvo a mirar el vidrio, del mantel los dibujos 
los reflejos de loza. 


89 



Como breves descansos al subir escaleras 
es ascenso o descenso?- 
como escaparse un rato de las ruedas girantes, 
de golpes imprevistos, de un tiempo hecho girones.. 

Y en verdad, no se pu^de: 

Un mundo inaccesible que en sí mismo reposa 
y no permite entrar porque se quiebra; 
un agua remotísima, luciente, fría, pura 
que no puede llegar a los labios sedientos. 


9Q 



EL CAMBIO 


Cómo, en que' forma, -no me doy cuénta¬ 
se espesa alrededor, se aprieta así, se cierra 
este ahora real, de materia tan sólida» 

Y antes, qué fácil* 

Pasábamos a través por adentro de todo 
corríamos a través y su interior se abría 
y sin embargo, nada se deshacía, y era 
sin duda muy real, cierto, cierto. 

Es difícil ahora recordar y decirlo» 

Sopla de aquellos días, si se abre la memoria 
un viento mareador, un fuerte viento. 

Pero era asís hendir sin lastimar, sin peso 
como ir prendidos siempre al volar de los díc: 
al vuelo de la tierra, sobre la tierra, en casa 
pisando pie liviano, mirando en hora limpia» 

Y ahora se han cortado ves como es cierto?- 
se ha cortado algún lazo, algún hilo 

y además se hace duro, impenetrable, de una 
sustancia ciega, ahora. 

Y pregunto que cómo, de qué modo.», 

Qué cómo ya no se siente el aire 

que cómo todo se astilla y rompe 

si antes no era, si antes no era 

que cuánto falta ahora de aquel antes.' 


91 



NO AQUELLA ETERNIDAD 


No aquello eternidad de la dicha, ni aquella 
eternidad del llanto. 

No el continuo aletear de ala de cielo 
ni la continua llama, 

sino la eterna vida de estar, de haber estado 
desde que todo fué por vez primera 
y no morirse más, seguir con todos 
y siempre fuéramos. 

Porque no sé de dicha pura, sola 
limpia, limpia y sin sombra 
polvo ni arena 

sino de aquel surgir de la alegría 
como que amaneciera 
como reir después de haber llorado 
como luz sobre el agua y en la tierra. 

No sé, en realidad no entiendo 
pero sí que quisiera 

mirar desde muy lejos sobre días y años 
haber estado entonces 
estar después que muera. 

Conocer los que no han nacido ahora 
-no sé de qué hablarán, ni sus vestidos- 
pero seguramente habrán horas como esta 
el viento como ahora 


92 



noches como las nuestras 

igual caer de luz y de agua triste 

igual miedo de muerte 

el mismo llanto y risa y la gran ansia 

de vida para siempre. 




Se terminó de imprimir en as el 10 de octubre de 1958,